La crisis de los cuarenta no tiene porque llegar a los cuarenta años. Hay personas que empiezan a comportarse de forma extraña desde bastante antes y otros que lo empiezan a hacer después. A unos les da por ponerle los cuernos a sus mujeres (o maridos porque esto de la crisis no entiende de sexos) y a otros por comprarse coches o motos (esto es un clásico) potentes.
Muchos se separan, y la mayoría no vuelve a casarse nunca. Ni siquiera a vivir en pareja. No están preparados para volver a soportar las manías de nadie. Todo tiene una etapa en la vida piensan.
Los ingleses le llaman la crisis de la mitad de la vida (Midlife Crisis). Ese momento donde uno empieza a ver que el tiempo pasa y que lo hace cada vez más rápido. Y lo que es peor, que no hemos llegado donde pensábamos llegar. Que ya no conservamos la belleza ni la salud de antaño y que todo tiempo pasado fue mejor.
Llegó la hora de machacarse en el gimnasio, de ponerse pelo, de comprarse una Harley y de recorrer todo el mundo que nos falta. Y por supuesto de recordar. De recordar todo lo que nos hizo felices en algun momento.
Recordar tiempos pasados, amistades y aficiones. Desoyendo lo que dice la canción de Ana Belén Peces de ciudad: “Al lugar donde has sido feliz no debes nunca tratar de volver.”
¿Y cual fue mi crisis? Pues precisamente esta misma. Recordar tiempos donde la vida era mucho más sencilla en algunas cosas pero también mucho más complicada en otras. Y todo eso es lo que voy a contaros en este blog. Todo aquello que me ha hecho feliz en mis cuarenta y tres años de vida. Habrá películas, música y libros. También alguna serie y algún videojuego. Pero también recuerdos y reflexiones sin censura, que para eso es un blog.
Comencemos pues…
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